Reina Valera 1989. Iglesia Rios de Vida Amsterdam

SAN LUCAS

El Evangelio según

Lucas


Prólogo: Dedicatoria a Teófilo

1 Puesto que muchos han intentado poner en orden un relato acerca de las cosas que han sido ciertísimas entre nosotros, 2 así como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, 3 me ha parecido bien también a mí, después de haberlo investigado todo con diligencia desde el comienzo, escribírtelas en orden, oh excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.
Anuncio del nacimiento de Juan

5 En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías. Su esposa era de las hijas de Aarón y se llamaba Elisabet. 6 Ambos eran justos delante de Dios y vivían irreprensiblemente en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. 7 No tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran de edad avanzada.
8 Aconteció que, cuando Zacarías ejercía el sacerdocio delante de Dios, en el turno de su clase, 9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó por sorteo entrar en el templo del Señor para quemar el incienso. 10 Toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando a la hora del incienso.
11 Entonces el ángel del Señor se le apareció, puesto de pie a la derecha del altar del incienso. 12 Zacarías se turbó cuando le vio, y el temor se apoderó de él. 13 Pero el ángel le dijo:
-¡No temas, Zacarías! Porque tu oración ha sido atendida. Tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. 14 Tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento, 15 porque él será grande delante del Señor. Nunca beberá vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre. 16 Y hará que muchos de los hijos de Israel vuelvan al Señor su Dios. 17 El mismo irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y los desobedientes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo apercibido.
18 Y Zacarías dijo al ángel:
-¿Cómo podré estar seguro de esto? Pues yo soy viejo, y mi esposa es de edad avanzada.
19 Respondió el ángel y le dijo:
-Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas. 20 He aquí, quedarás mudo e incapaz de hablar hasta el día en que se realice esto, por cuanto no has creído a mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo.
21 El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él pasara tanto tiempo en el templo. 22 Cuando salió, no les podía hablar; y se dieron cuenta de que había visto una visión en el templo. El se comunicaba con ellos por señas y quedaba mudo.
23 Sucedió que, cuando se cumplieron los días de este ministerio, él se fue a su casa. 24 Y después de aquellos días su mujer Elisabet concibió y se recluyó por cinco meses, diciendo:
25 -Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres.
Anuncio del nacimiento de Jesús

26 En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David. El nombre de la virgen era María. 28 Cuando entró a donde ella estaba, dijo:
-¡Te saludo, muy favorecida! El Señor está contigo.
29 Pero ella se turbó por sus palabras y se preguntaba qué clase de salutación sería ésta. 30 Entonces el ángel le dijo:
-¡No temas, María! Porque has hallado gracia ante Dios. 31 He aquí concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. 32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David. 33 Reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.
34 Entonces María dijo al ángel:
-¿Cómo será esto? Porque yo no conozco varón.
35 Respondió el ángel y le dijo:
-El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual también el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios. 36 He aquí, también tu parienta Elisabet ha concebido un hijo en su vejez. Este es el sexto mes para ella que era llamada estéril. 37 Porque ninguna cosa será imposible para Dios.
38 Entonces María dijo:
-He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.
Y el ángel se fue de ella.
María visita a Elisabet

39 En esos días se levantó María y fue de prisa a una ciudad en la región montañosa de Judá. 40 Entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet. 41 Aconteció que, cuando Elisabet oyó la salutación de María, la criatura saltó en su vientre. Y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42 y exclamó a gran voz y dijo:
-¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿De dónde se me concede esto, que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque he aquí, cuando llegó a mis oídos la voz de tu salutación, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le ha sido dicho de parte del Señor.
El cántico de María

46 Y María dijo:
-Engrandece mi alma al Señor;
47 y mi espíritu se alegra
en Dios, mi Salvador,
48 porque ha mirado
la bajeza de su sierva.
He aquí, pues, desde ahora
me tendrán por bienaventurada
todas las generaciones,
49 porque el Poderoso ha hecho
grandes cosas conmigo.
Su nombre es santo,
50 y su misericordia es
de generación en generación,
para con los que le temen.
51 Hizo proezas con su brazo;
esparció a los soberbios
en el pensamiento de sus corazones.
52 Quitó a los poderosos de sus tronos
y levantó a los humildes.
53 A los hambrientos sació de bienes
y a los ricos los despidió vacíos.
54 Ayudó a Israel su siervo,
para acordarse de la misericordia,
55 tal como habló a nuestros padres;
a Abraham y a su descendencia para siempre.
56 Y María se quedó con ella como tres meses, y regresó a su casa.
El nacimiento de Juan el Bautista

57 Se cumplió para Elisabet el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo. 58 Los vecinos y los parientes oyeron que Dios había engrandecido su misericordia hacia ella y se regocijaron con ella. 59 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías. 60 Y su madre respondiendo dijo:
-¡No! Más bien será llamado Juan.
61 Y le dijeron:
-No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre.
62 Preguntaban por señas a su padre, cómo quería llamarle. 63 Y pidiendo una tablilla escribió diciendo: "Juan es su nombre." Y todos se maravillaron. 64 Al instante su boca fue abierta, y se le soltó la lengua, y comenzó a hablar bendiciendo a Dios. 65 Cayó temor sobre todos sus vecinos, y por toda la región montañosa de Judá se divulgaban todas estas cosas. 66 Y todos los que las oían las guardaban en sus corazones, diciendo:
-Pues, ¿quién será este niño?
Porque ciertamente la mano del Señor estaba con él.
El cántico de Zacarías

67 Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:
68 -Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
69 Ha levantado para nosotros un cuerno de salvación
en la casa de su siervo David,
70 tal como habló por boca de sus santos profetas
que fueron desde antiguo:
71 Salvación de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos aborrecen,
72 para hacer misericordia con nuestros padres
y para acordarse de su santo pacto.
73 Este es el juramento
que juró a Abraham nuestro padre,
para concedernos que,
74 una vez rescatados de las manos de los enemigos,
le sirvamos sin temor,
75 en santidad y en justicia
delante de él todos nuestros días.
76 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo;
porque irás delante del Señor
para preparar sus caminos;
77 para dar a su pueblo conocimiento de salvación
en el perdón de sus pecados;
78 a causa de la entrañable misericordia de nuestro Dios,
con que la luz de la aurora nos visitará de lo alto;
79 para alumbrar a los que habitan
en tinieblas y en sombra de muerte;
para encaminar nuestros pies por caminos de paz.
80 Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu, y estaba en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel.

El nacimiento de Jesús

2 Aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de César Augusto, para levantar un censo de todo el mundo habitado. 2 Este primer censo se realizó mientras Cirenio era gobernador de Siria. 3 Todos iban para inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. 4 Entonces José también subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, porque él era de la casa y de la familia de David, 5 para inscribirse con María, su esposa, quien estaba encinta.
6 Aconteció que, mientras ellos estaban allí, se cumplieron los días de su alumbramiento, 7 y dio a luz a su hijo primogénito. Le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Anuncio de los ángeles a los pastores

8 Había pastores en aquella región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. 9 Y un ángel del Señor se presentó ante ellos, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y temieron con gran temor. 10 Pero el ángel les dijo:
-No temáis, porque he aquí os doy buenas nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11 que hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. 12 Y esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
13 De repente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían:
14 -¡Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra paz
entre los hombres de buena voluntad!
15 Aconteció que, cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se decían unos a otros:
-Pasemos ahora mismo hasta Belén y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a conocer.
16 Fueron de prisa y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17 Al verle, dieron a conocer lo que les había sido dicho acerca de este niño. 18 Todos los que oyeron se maravillaron de lo que los pastores les dijeron; 19 pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. 20 Los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como les había sido dicho.
Presentación de Jesús en el templo

21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús, nombre que le fue puesto por el ángel antes que él fuese concebido en el vientre.
22 Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos conforme a la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarle al Señor 23 (así como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abre la matriz será llamado santo al Señor) 24 y para dar la ofrenda conforme a lo dicho en la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones de paloma.
El cántico de Simeón

25 He aquí, había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre era justo y piadoso; esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba sobre él. 26 A él le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Cristo del Señor. 27 Movido por el Espíritu, entró en el templo; y cuando los padres trajeron al niño Jesús para hacer con él conforme a la costumbre de la ley, 28 Simeón le tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:
29 -Ahora, Soberano Señor,
despide a tu siervo en paz
conforme a tu palabra;
30 porque mis ojos han visto tu salvación
31 que has preparado en presencia de todos los pueblos:
32 luz para revelación de las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
33 Su padre y su madre se maravillaban de las cosas que se decían de él. 34 Y Simeón los bendijo y dijo a María su madre:
-He aquí, éste es puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel y para señal que será contradicha, 35 para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones. Y una espada traspasará tu misma alma.
El testimonio de Ana

36 También estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su matrimonio; 37 y había quedado como viuda hasta ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo con ayunos y oraciones de noche y de día. 38 En la misma hora acudió al templo y daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
Niñez de Jesús en Nazaret

39 Cuando cumplieron con todos los requisitos de la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.
El niño Jesús entre los maestros

41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén, para la fiesta de la Pascua. 42 Cuando cumplió doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. 43 Una vez acabados los días de la fiesta, mientras ellos volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén; y sus padres no lo supieron. 44 Suponiendo que él estaba en la caravana, fueron un día de camino y le buscaban entre los parientes y los conocidos. 45 Como no le encontraron, volvieron a Jerusalén buscándole.
46 Aconteció que después de tres días, le encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas. 47 Todos los que le oían se asombraban de su entendimiento y de sus respuestas. 48 Cuando le vieron, se maravillaron, y su madre le dijo:
-Hijo, ¿por qué has hecho así con nosotros? He aquí, tu padre y yo te buscábamos con angustia.
49 Entonces él les dijo:
-¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?
50 Pero ellos no entendieron el dicho que les habló. 51 Descendió con ellos y fue a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. 52 Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.

Ministerio de Juan el Bautista

3 En el año quince del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de las regiones de Iturea y de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia; 2 en tiempo de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan hijo de Zacarías, en el desierto. 3 Entonces él anduvo por toda la región alrededor del Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados, 4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice:
Voz del que proclama en el desierto:
"Preparad el camino del Señor;
enderezad sus sendas.
5 Todo valle será rellenado,
y toda montaña y colina serán rebajadas.
Los senderos torcidos serán enderezados;
y los caminos ásperos, allanados;
6 y toda carne verá la salvación de Dios."
7 Juan, pues, decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él:
-¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? 8 Producid, pues, fruto digno de arrepentimiento y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: "A Abraham tenemos por padre." Porque os digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham. 9 También el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.
10 Las multitudes le preguntaban diciendo:
-Pues, ¿qué haremos?
11 Respondiendo les decía:
-El que tiene dos túnicas dé al que no tiene, y el que tiene comida haga lo mismo.
12 También fueron unos publicanos para ser bautizados y le preguntaron:
-Maestro, ¿qué haremos?
13 El les decía:
-No cobréis más de lo que os está ordenado.
14 También unos soldados le preguntaban diciendo:
-Y nosotros, ¿qué haremos?
El les dijo:
-No hagáis extorsión ni denunciéis falsamente a nadie, y contentaos con vuestros salarios.
15 Como el pueblo estaba a la expectativa, y todos especulaban en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo, 16 Juan respondió a todos, diciendo:
-Yo, a la verdad, os bautizo en agua. Pero viene el que es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado. El os bautizará en el Espíritu Santo y fuego. 17 Su aventador está en su mano para limpiar su era y juntar el trigo en su granero, pero quemará la paja en el fuego que nunca se apagará.
18 Así que, exhortando con estas y otras muchas cosas, anunciaba las buenas nuevas al pueblo.
19 Pero el tetrarca Herodes, cuando fue reprendido por Juan respecto de Herodía, la mujer de su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho, 20 añadió a todo también esto: Encerró a Juan en la cárcel.
El bautismo de Jesús

21 Aconteció que, en el tiempo en que todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado. Y mientras oraba, el cielo fue abierto, 22 y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como paloma. Luego vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia."
Genealogía de Jesús

23 Al comenzar su ministerio, Jesús tenía como treinta años. El era (según se creía) hijo de José,
24 hijo de Elí, hijo de Matat,
hijo de Leví, hijo de Melqui,
hijo de Jana, hijo de José,
25 hijo de Matatías, hijo de Amós,
hijo de Nahum, hijo de Esli,
26 hijo de Nagai, hijo de Maat,
hijo de Matatías, hijo de Semei,
hijo de José, hijo de Judá,
27 hijo de Joanán, hijo de Resa,
hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel,
28 hijo de Neri, hijo de Melqui,
hijo de Adi, hijo de Cosam,
hijo de Elmodam, hijo de Er,
29 hijo de Josué, hijo de Eliezer,
hijo de Jorim, hijo de Matat,
30 hijo de Leví, hijo de Simeón,
hijo de Judá, hijo de José,
hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
31 hijo de Melea, hijo de Mainán,
hijo de Matata, hijo de Natán,
32 hijo de David, hijo de Isaí,
hijo de Obed, hijo de Boaz,
hijo de Salá, hijo de Najsón,
33 hijo de Aminadab, hijo de Admín,
hijo de Arní, hijo de Hesrón,
hijo de Fares, hijo de Judá,
34 hijo de Jacob, hijo de Isaac,
hijo de Abraham, hijo de Taré,
35 hijo de Nacor, hijo de Serug,
hijo de Ragau, hijo de Peleg,
hijo de Heber, hijo de Sélaj,
36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad,
hijo de Sem, hijo de Noé,
37 hijo de Lamec, hijo de Matusalén,
hijo de Enoc, hijo de Jared,
hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
38 hijo de Enós, hijo de Set,
hijo de Adán, hijo de Dios.

La tentación de Jesús

4 Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto, 2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días; y cuando fueron cumplidos, tuvo hambre. 3 Entonces el diablo le dijo:
-Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan.
4 Jesús le respondió:
-Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre.
5 Al llevarle a una altura, le mostró todos los reinos de la tierra en un momento. 6 Y el diablo le dijo:
-A ti te daré toda autoridad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y la doy a quien yo quiero. 7 Por esto, si tú me adoras, todo será tuyo.
8 Respondiendo Jesús, le dijo:
-Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
9 Y le llevó a Jerusalén y le puso de pie sobre el pináculo del templo, y le dijo:
-Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo. 10 Porque escrito está:
A sus ángeles dará órdenes
acerca de ti
para que te guarden,
11 y en sus manos te llevarán,
de modo que nunca tropieces
con tu pie en piedra.
12 Respondiendo Jesús le dijo:
-Dicho está: No pondrás a prueba al Señor tu Dios.
13 Cuando el diablo acabó toda tentación, se apartó de él por algún tiempo.
Jesús comienza su ministerio

14 Entonces Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y su fama se difundió por toda la tierra de alrededor. 15 El enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.
Jesús en la sinagoga de Nazaret

16 Fue a Nazaret, donde se había criado, y conforme a su costumbre, el día sábado entró en la sinagoga, y se levantó para leer. 17 Se le entregó el rollo del profeta Isaías; y cuando abrió el rollo, encontró el lugar donde estaba escrito:
18 El Espíritu del Señor
está sobre mí,
porque me ha ungido para anunciar
buenas nuevas a los pobres;
me ha enviado para proclamar
libertad a los cautivos
y vista a los ciegos,
para poner en libertad
a los oprimidos
19 y para proclamar
el año agradable del Señor.
20 Después de enrollar el libro y devolverlo al ayudante, se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Entonces comenzó a decirles:
-Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.
22 Todos daban testimonio de él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían:
-¿No es éste el hijo de José?
23 Entonces él les dijo:
-Sin duda, me diréis este refrán: "Médico, sánate a ti mismo. Hemos oído que sucedieron tantas cosas en Capernaúm; haz lo mismo también aquí en tu tierra." 24 -Y añadió-: De cierto os digo, que ningún profeta es aceptado en su tierra. 25 Pero en verdad os digo que había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27 También había muchos leprosos en Israel en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino el sirio Naamán.
28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira, 29 y se levantaron y le echaron fuera de la ciudad. Luego le llevaron hasta un precipicio del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. 30 Pero él pasó por en medio de ellos y se fue.
El endemoniado de Capernaúm

31 Entonces descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea, y les enseñaba los sábados. 32 Y se asombraban de su enseñanza, porque su palabra era con autoridad.
33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, y él exclamó a gran voz:
34 -¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé quién eres: ¡el Santo de Dios!
35 Jesús le reprendió, diciendo:
-¡Cállate y sal de él!
Entonces el demonio salió de él, derribándole allí en medio de todos, pero sin hacerle ningún daño. 36 Todos quedaron asombrados y hablaban entre sí diciendo:
-¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
37 Y su fama se divulgaba por todos los lugares de la región.
Jesús sana a la suegra de Pedro

38 Levantándose Jesús, se apartó de la sinagoga y entró en casa de Simón. Y la suegra de Simón estaba postrada con una fuerte fiebre, y le rogaron por ella. 39 El se inclinó hacia ella y reprendió a la fiebre, y la fiebre la dejó; y en seguida ella se levantó y comenzó a servirles.
40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas dolencias los trajeron a él. Y él, al poner las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. 41 Y también de muchos salían demonios, dando gritos y diciendo: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque ellos sabían que él era el Cristo.
Jesús predica en Galilea

42 Siendo ya de día, salió y se fue a un lugar desierto, y las multitudes le buscaban. Acudieron a él y le detenían para que no se apartara de ellos. 43 Pero él les dijo: "Me es necesario anunciar el evangelio del reino de Dios a otras ciudades también, porque para esto he sido enviado." 44 E iba predicando por las sinagogas de Galilea.

La pesca milagrosa

5 Aconteció que, mientras las multitudes se agolpaban sobre él y escuchaban la palabra de Dios, Jesús estaba de pie junto al lago de Genesaret, 2 y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes. 3 Al entrar él en una de las barcas, la cual pertenecía a Simón, pidió a éste que la apartase de tierra un poco. Luego se sentó y enseñaba a las multitudes desde la barca. 4 Cuando acabó de hablarles, dijo a Simón:
-Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Simón le respondió y dijo:
-Maestro, toda la noche hemos trabajado duro y no hemos pescado nada. Pero por tu palabra echaré la red.
6 Cuando lo hicieron, atraparon una gran cantidad de peces, y sus redes se rompían. 7 Hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de manera que se hundían. 8 Y Simón Pedro, al verlo, cayó de rodillas ante Jesús exclamando:
-¡Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador!
9 Por la pesca que habían logrado, el temor se apoderó de Pedro y de todos los que estaban con él, 10 y de igual manera de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón:
-No temas; de aquí en adelante estarás pescando hombres.
11 Después de sacar las barcas a tierra, lo dejaron todo y le siguieron.
Jesús sana a un leproso

12 Aconteció que, estando Jesús en una de las ciudades, he aquí había un hombre lleno de lepra. El vio a Jesús, y postrándose sobre su rostro, le rogó diciendo:
-Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13 Entonces extendió la mano y le tocó diciendo:
-Quiero. ¡Sé limpio!
Al instante la lepra desapareció de él. 14 Y Jesús le mandó que no se lo dijera a nadie; más bien, le dijo:
-Vé y muéstrate al sacerdote y da por tu purificación la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.
15 Sin embargo, su fama se extendía cada vez más, y se juntaban a él muchas multitudes para oírle y para ser sanadas de sus enfermedades. 16 Pero él se apartaba a los lugares desiertos y oraba.
Jesús sana a un paralítico

17 Y aconteció en uno de esos días que Jesús estaba enseñando, y estaban sentados allí unos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para sanar. 18 Y he aquí, unos hombres traían sobre una camilla a un hombre que era paralítico, y procuraban llevarlo adentro y ponerlo delante de Jesús. 19 Al no encontrar cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa y juntamente con la camilla, le bajaron por el tejado en medio, delante de Jesús. 20 Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo:
-Hombre, tus pecados te son perdonados.
21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a razonar diciendo:
-¿Quién es éste, que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
22 Pero Jesús, dándose cuenta de los razonamientos de ellos, respondió y les dijo:
-¿Qué razonáis en vuestros corazones? 23 ¿Qué es más fácil? ¿Decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"? 24 Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, -dijo al paralítico-: A ti te digo: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!
25 De inmediato se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que estaba recostado y se fue a su casa glorificando a Dios. 26 El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Fueron llenos de temor y decían:
-¡Hoy hemos visto maravillas!
El llamamiento de Leví

27 Después de esto, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el lugar de los tributos públicos. Y le dijo:
-¡Sígueme!
28 El, dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29 Entonces Leví le hizo un gran banquete en su casa, y había un gran número de publicanos y otros que estaban a la mesa con ellos. 30 Los fariseos y sus escribas murmuraban contra los discípulos de él, diciendo:
-¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?
31 Respondiendo Jesús les dijo:
-Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
Preguntas sobre el ayuno

33 Entonces ellos le dijeron:
-Los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben.
34 Jesús les dijo:
-¿Acaso podéis hacer que los que están de bodas ayunen mientras el novio está con ellos? 35 Pero vendrán días cuando el novio les será quitado. Entonces, en aquellos días ayunarán.
36 Les decía también una parábola:
-Nadie corta un parche de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De otra manera, el vestido nuevo se rompe, y el parche tomado del nuevo no armoniza con lo viejo. 37 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera, el vino nuevo romperá los odres; el vino se derramará, y los odres se perderán. 38 Pero el vino nuevo debe ser echado en odres nuevos. 39 Y ninguno que bebe lo añejo quiere el nuevo, porque dice: "Lo añejo es lo mejor."

Jesús: Señor del sábado

6 Aconteció que Jesús pasaba por los sembrados en sábado, y sus discípulos arrancaban espigas y las comían, restregándolas con las manos. 2 Y algunos de los fariseos dijeron:
-¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los sábados?
3 Respondiéndoles, Jesús dijo:
-¿No habéis leído qué hizo David cuando tuvo hambre él y también los que estaban con él? 4 Entró en la casa de Dios, tomó los panes de la Presencia, que no es lícito comer, sino sólo a los sacerdotes, y comió y dio también a los que estaban con él. 5 -También les decía-: El Hijo del Hombre es Señor del sábado.
El hombre de la mano paralizada

6 Aconteció en otro sábado que él entró en la sinagoga y enseñaba. Y estaba allí un hombre cuya mano derecha estaba paralizada. 7 Los escribas y los fariseos le acechaban para ver si le sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle. 8 Pero él, conociendo los razonamientos de ellos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada:
-Levántate y ponte en medio.
El se levantó y se puso en medio. 9 Entonces Jesús les dijo:
-Yo os pregunto: ¿Es lícito en el sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla?
10 Y mirándolos a todos en derredor, dijo al hombre:
-Extiende tu mano.
El lo hizo, y su mano le fue restaurada. 11 Entonces ellos se llenaron de enojo y discutían los unos con los otros qué podrían hacer con Jesús.
Elección de los doce apóstoles

12 Aconteció en aquellos días que Jesús salió al monte para orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. 13 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de ellos escogió a doce, a quienes también llamó apóstoles: 14 a Simón al cual también llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Jacobo y a Juan; a Felipe y a Bartolomé; 15 a Mateo y a Tomás; a Jacobo hijo de Alfeo, y a Simón llamado el Zelote; 16 a Judas hijo de Jacobo, y a Judas Iscariote, que también llegó a ser el traidor.
Las multitudes siguen a Jesús

17 Descendió con ellos y se detuvo en una llanura, junto con una multitud de sus discípulos y un gran número de personas de toda Judea, de Jerusalén, y de las costas de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle y para ser sanados de sus enfermedades. 18 Los que eran atormentados por espíritus inmundos eran sanados, 19 y toda la gente procuraba tocarle; porque salía poder de él, y sanaba a todos.
Bienaventuranzas y ayes

20 Y alzando él los ojos hacia sus discípulos, decía:
"Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21 "Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados.
"Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
22 "Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os apartan de sí y os vituperan, y desechan vuestro nombre como si fuera malo, por causa del Hijo del Hombre. 23 Gozaos en aquel día y saltad de alegría, porque he aquí vuestro galardón es grande en el cielo; pues así hacían sus padres a los profetas.
24 "Pero ¡ay de vosotros los ricos! Porque estáis recibiendo vuestro consuelo.
25 "¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! Porque tendréis hambre.
"¡Ay de vosotros, los que ahora os reís! Porque lamentaréis y lloraréis.
26 "¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablan bien de vosotros! Porque así hacían sus padres con los falsos profetas.
El amor al enemigo: la regla de oro

27 "Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os aborrecen; 28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os maltratan. 29 Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. 30 A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no se lo vuelvas a pedir.
31 "Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. 32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que los aman. 33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. 34 Y si dais prestado a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores dan prestado a los pecadores para recibir otro tanto.
35 "Más bien, amad a vuestros enemigos y haced bien y dad prestado sin esperar ningún provecho. Entonces vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y los perversos. 36 Sed misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
El juzgar a los demás

37 "No juzguéis, y no seréis juzgados. No condenéis, y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados. 38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, sacudida y rebosante se os dará en vuestro regazo. Porque con la medida con que medís, se os volverá a medir."
39 Entonces les dijo una parábola: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? 40 El discípulo no es superior a su maestro, pero cualquiera que es plenamente instruido será como su maestro. 41 ¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano pero dejas de ver la viga que está en tu propio ojo? 42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ’Hermano, deja que yo saque la brizna de tu ojo’, sin que mires la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la brizna que está en el ojo de tu hermano.
43 "No es buen árbol el que da malos frutos, ni es árbol malo el que da buen fruto. 44 Porque cada árbol es conocido por su fruto; pues no se recogen higos de los espinos, ni tampoco se vendimian uvas de una zarza. 45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón, presenta lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón, presenta lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Parábola de los dos cimientos

46 "¿Por qué me llamáis: ’Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo? 47 Yo os mostraré a qué es semejante todo aquel que viene a mí y oye mis palabras, y las hace. 48 Es semejante a un hombre que al edificar una casa cavó profundo y puso los cimientos sobre la roca. Y cuando vino una inundación, el torrente golpeó con ímpetu contra aquella casa, y no la pudo mover, porque había sido bien construida. 49 Pero el que oye y no hace es semejante a un hombre que edificó su casa sobre tierra, sin cimientos. El torrente golpeó con ímpetu contra ella; en seguida cayó, y fue grande la ruina de aquella casa."

Jesús sana al siervo del centurión

7 Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que le escuchaba, Jesús entró en Capernaúm. 2 Y el siervo de cierto centurión, a quien él tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir. 3 Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo. 4 Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole:
-El es digno de que le concedas esto; 5 porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga.
6 Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle:
-Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. 7 Por eso, no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra, y mi criado será sanado. 8 Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y digo a éste: "Vé", y él va; digo al otro: "Ven", y él viene; y digo a mi siervo: "Haz esto", y él lo hace.
9 Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él; y dándose vuelta, dijo a la gente que le seguía:
-¡Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe!
10 Cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo.
Jesús resucita al hijo de una viuda

11 Aconteció que poco después él fue a la ciudad que se llama Naín. Sus discípulos y una gran multitud le acompañaban. 12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un muerto, el único hijo de su madre, la cual era viuda. Bastante gente de la ciudad la acompañaba. 13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo:
-No llores.
14 Luego se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces le dijo:
-Joven, a ti te digo: ¡Levántate!
15 Entonces el que había muerto se sentó y comenzó a hablar. Y Jesús lo entregó a su madre. 16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios diciendo:
-¡Un gran profeta se ha levantado entre nosotros! ¡Dios ha visitado a su pueblo!
17 Y esto que se decía de él se difundió por toda Judea y por toda la tierra de alrededor.
Los mensajeros de Juan el Bautista

18 A Juan le informaron sus discípulos acerca de todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos 19 y los envió al Señor, para preguntarle: "¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?" 20 Cuando los hombres vinieron a Jesús, le dijeron:
-Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: "¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?"
21 En aquella hora Jesús sanó a muchos de enfermedades, de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista. 22 Y respondiendo les dijo:
-Id y haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncia el evangelio. 23 Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí.
Jesús testifica de Juan el Bautista

24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes:
-¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? He aquí, los que llevan ropas lujosas y viven en placeres están en los palacios reales. 26 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, os digo, y más que profeta! 27 El es aquel de quien está escrito:
He aquí envío mi mensajero
delante de tu rostro,
quien preparará tu camino
delante de ti.
28 Os digo que entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Juan. Sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29 Al oírle, todo el pueblo y los publicanos justificaron a Dios, siendo bautizados con el bautismo de Juan. 30 Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el propósito de Dios para ellos, no siendo bautizados por él.
31 -¿A qué, pues, compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué son semejantes? 32 Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza, y gritan los unos a los otros, diciendo:
"Os tocamos la flauta,
y no bailasteis;
entonamos canciones de duelo,
y no llorasteis."
33 Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y decís: "¡Demonio tiene!" 34 Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe, y decís: "¡He allí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores!" 35 Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.
Una mujer pecadora recibe perdón

36 Uno de los fariseos le pidió que comiera con él; y cuando entró en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. 37 Y he aquí, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, una mujer que era pecadora en la ciudad llevó un frasco de alabastro con perfume. 38 Y estando detrás de Jesús, a sus pies, llorando, comenzó a mojar los pies de él con sus lágrimas; y los secaba con los cabellos de su cabeza. Y le besaba los pies y los ungía con el perfume. 39 Al ver esto el fariseo que le había invitado a comer, se dijo a sí mismo:
-Si éste fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, porque es una pecadora.
40 Entonces, respondiendo Jesús le dijo:
-Simón, tengo algo que decirte.
El dijo:
-Di, Maestro.
41 -Cierto acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. 42 Como ellos no tenían con qué pagar, perdonó a ambos. Entonces, ¿cuál de éstos le amará más?
43 Respondiendo Simón dijo:
-Supongo que aquel a quien perdonó más.
Y él le dijo:
-Has juzgado correctamente.
44 Y vuelto hacia la mujer, dijo a Simón:
-¿Ves esta mujer? Yo entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; pero ésta ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 Tú no me diste un beso, pero desde que entré, ésta no ha cesado de besar mis pies. 46 Tú no ungiste mi cabeza con aceite, pero ésta ha ungido mis pies con perfume. 47 Por lo cual, te digo que sus muchos pecados son perdonados, puesto que amó mucho. Pero al que se le perdona poco, poco ama. 48 -Y a ella le dijo-: Tus pecados te son perdonados.
49 Los que estaban con él a la mesa comenzaron a decir entre sí:
-¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
50 Entonces Jesús dijo a la mujer:
-Tu fe te ha salvado; vete en paz.

Mujeres que siguen a Jesús

8 Aconteció después, que él andaba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Los doce iban con él, 2 y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios; 3 Juana, la mujer de Cuza, administrador de Herodes; Susana, y muchas otras. Ellas les servían con sus bienes.
Parábola del sembrador

4 Juntándose una gran multitud y los que de cada ciudad acudían a él, les habló por medio de una parábola: 5 "Un sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, una parte cayó junto al camino y fue pisoteada; y las aves del cielo la comieron. 6 Otra parte cayó sobre la roca, y cuando creció, se secó, porque no tenía humedad. 7 Otra parte cayó entre los espinos, y los espinos crecieron al mismo tiempo y la ahogaron. 8 Y otra parte cayó en buena tierra, y cuando creció, llevó fruto a ciento por uno." Hablando de estas cosas, exclamó: "El que tiene oídos para oír, oiga."
La parábola del sembrador explicada

9 Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola. 10 Y él dijo: "A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
11 "Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. 12 Los de junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y quita la palabra de sus corazones, para que no crean y sean salvos. 13 Los de sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo. Pero éstos no tienen raíz; por un tiempo creen y en el tiempo de la prueba se apartan. 14 En cuanto a la parte que cayó entre los espinos, éstos son los que oyeron; pero mientras siguen su camino, son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez. 15 Pero en cuanto a la parte que cayó en buena tierra, éstos son los que, al oír con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída; y llevan fruto con perseverancia.
Parábola de la lámpara

16 "Ninguno que enciende una lámpara la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. 17 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni nada escondido que no haya de ser conocido y salir en claro.
18 "Mirad, pues, cómo oís; porque a cualquiera que tenga, le será dado, y a cualquiera que no tenga, aun lo que piense tener le será quitado."
La familia de Jesús

19 Vinieron hacia él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar a él a causa de la multitud. 20 Entonces se le avisó:
-Tu madre y tus hermanos están fuera, deseando verte.
21 Pero él respondiendo les dijo:
-Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la hacen.
Jesús calma la tempestad

22 Aconteció en uno de aquellos días, que él entró en una barca, y también sus discípulos. Y les dijo:
-Pasemos a la otra orilla del lago.
Y zarparon. 23 Pero mientras ellos navegaban, él se durmió. Entonces se desencadenó una tempestad de viento en el lago, y ellos se anegaban y peligraban. 24 Acercándose a él, le despertaron diciendo:
-¡Maestro, Maestro! ¡Perecemos!
Y despertándose, reprendió al viento y al oleaje del agua; y cesaron, y se hizo bonanza. 25 Entonces les dijo:
-¿Dónde está vuestra fe?
Atemorizados, se maravillaron diciéndose los unos a los otros:
-¿Quién es éste, que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen?
Jesús sana a un endemoniado

26 Navegaron a la tierra de los gadarenos, que está frente a Galilea. 27 Al bajarse él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad, el cual tenía demonios. Desde hacía mucho tiempo no había llevado ropa, ni vivía en una casa, sino entre los sepulcros. 28 Pero cuando vio a Jesús, exclamó, se postró delante de él y dijo a gran voz:
-¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes!
29 Porque Jesús había mandado al espíritu inmundo que saliera del hombre, pues se había apoderado de él desde hacía mucho tiempo. Para guardarlo, lo ataban con cadenas y con grillos, pero rompiendo las ataduras era impelido por el demonio a los desiertos. 30 Jesús le preguntó, diciendo:
-¿Cómo te llamas?
Y él dijo:
-Legión.
Porque muchos demonios habían entrado en él; 31 y le rogaban que no los mandase al abismo. 32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacía en la montaña; y le rogaron que les dejase entrar en aquéllos, y él les dio permiso. 33 Cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.
34 Los que apacentaban los cerdos, al ver lo que había acontecido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos. 35 Y salieron a ver lo que había acontecido. Fueron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. 36 Los que lo habían visto les contaron cómo había sido salvado aquel endemoniado. 37 Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos le rogó que se apartara de ellos, porque tenían mucho temor. Jesús subió a la barca y regresó. 38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él. Pero Jesús le respondió diciendo:
39 -Vuelve a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios por ti.
Y él se fue, proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas Jesús había hecho por él.
Jesús sana a una mujer

40 Al regresar Jesús, toda la gente le recibió gozosa, porque todos le esperaban. 41 Y he aquí vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga. Se postró a los pies de Jesús y le imploró que fuese a su casa, 42 porque tenía una hija única, de unos doce años, que se estaba muriendo. Mientras él iba, las multitudes le apretujaban.
43 Y una mujer, que padecía de hemorragia desde hacía doce años (la cual, aunque había gastado todo su patrimonio en médicos, no pudo ser sanada por nadie), 44 se le acercó por detrás y tocó el borde del manto de Jesús. De inmediato se detuvo su hemorragia. 45 Entonces dijo Jesús:
-¿Quién es el que me ha tocado?
Y como todos negaban, Pedro le dijo:
-Maestro, las multitudes te aprietan y presionan.
46 Jesús dijo:
-Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí.
47 Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, fue temblando; y postrándose delante de él, declaró ante todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo había sido sanada al instante. 48 El le dijo:
-Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.
Jesús resucita a la hija de Jairo

49 Mientras él aún hablaba, vino uno de la casa del principal de la sinagoga para decirle:
-Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.
50 Al oír esto, Jesús le respondió:
-No temas; sólo cree, y ella será salva.
51 Cuando llegó a la casa, no dejó entrar consigo a nadie, sino sólo a Pedro, a Juan, a Jacobo, y al padre y a la madre de la niña. 52 Todos lloraban y lamentaban por ella. Pero él dijo:
-No lloréis. Ella no ha muerto, sino que duerme.
53 Ellos se burlaban de él, sabiendo que ella había muerto. 54 Pero él la tomó de la mano, y habló a gran voz diciendo:
-Niña, levántate.
55 Entonces su espíritu volvió a ella, y al instante se levantó. Y él ordenó que le diesen de comer. 56 Sus padres quedaron atónitos, y él les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.

La misión de los doce

9 Reuniendo a los doce, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. 2 Los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. 3 Y les dijo:
-No toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos túnicas. 4 En cualquier casa en que entréis, permaneced allí, y de allí salid. 5 Y dondequiera que no os reciban, al salir de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies como testimonio contra ellos.
6 Y saliendo, pasaban de aldea en aldea, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.
La muerte de Juan el Bautista

7 El tetrarca Herodes oyó de todo lo que estaba pasando; y estaba perplejo, porque algunos decían que Juan había resucitado de los muertos. 8 Otros decían que Elías había aparecido, y otros que alguno de los antiguos profetas había resucitado. 9 Pero Herodes dijo: "A Juan yo lo decapité. ¿Quién, pues, es éste de quien escucho tales cosas?" Y procuraba verle.
Jesús alimenta a cinco mil

10 Cuando los apóstoles regresaron, contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Y él los tomó consigo y se retiró aparte a la ciudad llamada Betsaida. 11 Pero al saberlo las multitudes, le siguieron; y él los recibió y les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que tenían necesidad de ser sanados.
12 El día comenzó a declinar, y los doce se acercaron a él y le dijeron:
-Despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los campos de alrededor, y se alojen y hallen comida, porque aquí estamos en un lugar desierto.
13 El les dijo:
-Dadles vosotros de comer.
Pero ellos dijeron:
-No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros y compremos comida para todo este pueblo.
14 Porque eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos:
-Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno.
15 Y así lo hicieron, haciendo que todos se sentaran. 16 Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y alzando los ojos al cielo, los bendijo. Luego los partió e iba dando a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente. 17 Todos comieron y se saciaron, y de lo que sobró recogieron doce canastas de pedazos.
La confesión de Pedro

18 Aconteció que, mientras él estaba orando aparte, sus discípulos estaban con él, y les preguntó diciendo:
-¿Quién dice la gente que soy yo?
19 Respondiendo ellos dijeron:
-Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas ha resucitado.
20 Y les dijo:
-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Entonces Pedro respondiendo dijo:
-El Cristo de Dios.
21 Pero él les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. 22 Y les dijo:
-Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y que sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y que resucite al tercer día.
Condiciones para seguir a Jesús

23 Decía entonces a todos:
-Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. 24 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará. 25 Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y se destruye o se pierde a sí mismo? 26 Pues el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria y la del Padre y la de los santos ángeles. 27 Y os digo, en verdad, que hay algunos de los que están aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios.
La transfiguración

28 Aconteció, como ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y sus vestiduras se hicieron blancas y resplandecientes. 30 Y he aquí, dos hombres hablaban con él. Eran Moisés y Elías, 31 quienes aparecieron en gloria y hablaban de su partida, que él iba a cumplir en Jerusalén. 32 Pedro y los otros con él estaban cargados de sueño; pero se mantuvieron vigilando y vieron su gloria y a dos hombres que estaban con él. 33 Aconteció que, mientras aquéllos se apartaban de él, Pedro dijo a Jesús, sin saber lo que decía:
-Maestro, nos es bueno estar aquí. Levantemos, pues, tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
34 Mientras él estaba diciendo esto, vino una nube y les hizo sombra. Y ellos tuvieron temor cuando entraron en la nube. 35 Entonces de la nube salió una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Escogido. A él oíd."
36 Cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo. Y ellos callaron, y en aquellos días no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
Jesús sana a un muchacho

37 Aconteció al día siguiente, cuando habían bajado del monte, que una gran multitud le salió al encuentro. 38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo:
-Maestro, te ruego que veas a mi hijo, que es el único que tengo. 39 He aquí un espíritu le toma, y de repente grita y le convulsiona con espumarajos; le hace pedazos y difícilmente se aparta de él. 40 Yo rogué a tus discípulos que le echasen fuera, pero no pudieron.
41 Respondiendo Jesús, dijo:
-¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros y os soportaré? Trae a tu hijo acá.
42 Y mientras aún se acercaba, el demonio le derribó y le convulsionó. Pero Jesús reprendió al espíritu inmundo y sanó al muchacho, y se lo entregó a su padre. 43 Y todos se maravillaban de la grandeza de Dios.
Jesús anuncia su humillación

Como todos se maravillaban de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:
44 -Poned en vuestros oídos estas palabras, porque el Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres.
45 Pero ellos no entendían este dicho, pues les estaba encubierto para que no lo percibieran. Y temían preguntarle acerca de este dicho.
Quién es el más importante

46 Entonces hubo una discusión entre los discípulos: cuál de ellos sería el más importante. 47 Pero Jesús, percibiendo los razonamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso a su lado, 48 y les dijo:
-Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre me recibe a mí; y cualquiera que me reciba a mí recibe al que me envió. Porque el que es más pequeño entre todos vosotros, éste es el más importante.
Quién está de vuestra parte

49 Entonces respondiendo Juan dijo:
-Maestro, vimos a cierto hombre echando fuera demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
50 Jesús le dijo:
-No se lo prohibáis. Porque el que no es contra vosotros, por vosotros es.
El viaje decisivo a Jerusalén

51 Aconteció que, cuando se cumplía el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
52 Envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos, 53 pero no le recibieron porque vieron en su cara que iba a Jerusalén. 54 Al ver esto sus discípulos Jacobo y Juan, le dijeron:
-Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma?
55 El se dio vuelta y los reprendió, 56 y fueron a otra aldea.
Lo que cuesta seguir a Jesús

57 Mientras ellos iban por el camino, cierto hombre le dijo:
-¡Te seguiré a dondequiera que vayas!
58 Jesús le dijo:
-Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59 Dijo a otro:
-Sígueme.
Pero él dijo:
-Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.
60 Y Jesús le dijo:
-Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, ¡vé y anuncia el reino de Dios!
61 Entonces también dijo otro:
-Te seguiré, Señor, pero primero permite que me despida de los que están en mi casa.
62 Pero Jesús le dijo:
-Ninguno que ha puesto su mano en el arado y sigue mirando atrás, es apto para el reino de Dios.

La misión de los setenta

10 Después de estas cosas, el Señor designó a otros setenta, a los cuales envió delante de sí de dos en dos, a toda ciudad y lugar a donde él había de ir. 2 Y les decía: "A la verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. 3 ¡Id! He aquí yo os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis bolsa, ni alforjas, ni calzado; ni saludéis a nadie por el camino.
5 "En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: ’Paz sea a esta casa.’ 6 Si hay allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; pero si no, volverá a vosotros. 7 Posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No andéis de casa en casa. 8 En cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante. 9 Sanad a los enfermos que haya allí y decidles: ’El reino de Dios se ha acercado a vosotros.’
10 "Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, salid a sus calles y decid: 11 ’Aun el polvo de vuestra ciudad que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero sabed esto: que el reino de Dios se ha acercado.’ 12 Os digo que en aquel día será más tolerable para Sodoma que para aquella ciudad.
13 "¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si se hubieran realizado en Tiro y en Sidón los hechos poderosos que han sido realizados en vosotras, desde hace tiempo se habrían arrepentido sentados en saco y ceniza. 14 Por lo tanto, en el juicio será más tolerable para Tiro y Sidón que para vosotras. 15 Y tú, Capernaúm, ¿serás exaltada hasta el cielo? ¡Hasta el Hades serás hundida!
16 "El que os escucha me escucha a mí; el que os rechaza me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza al que me envió."
El regreso de los setenta

17 Los setenta volvieron con gozo, diciendo:
-Señor, ¡aun los demonios se nos sujetan en tu nombre!
18 El les dijo:
-Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 He aquí, os doy autoridad de pisar serpientes, escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo; y nada os dañará. 20 Sin embargo, no os regocijéis de esto, de que los espíritus se os sujeten; sino regocijaos de que vuestros nombres están inscritos en los cielos.
Jesús se regocija por los suyos

21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu Santo y dijo: "Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
22 "Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar."
23 Volviéndose a los discípulos les dijo aparte:
-Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis. 24 Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Parábola del buen samaritano

25 Y he aquí, cierto maestro de la ley se levantó para probarle, diciendo:
-Maestro, ¿haciendo qué cosa poseeré la vida eterna?
26 Y él le dijo:
-¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27 El le respondió diciendo:
-Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Le dijo:
-Has respondido bien. Haz esto y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
-¿Y quién es mi prójimo?
30 Respondiendo Jesús dijo:
-Cierto hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, quienes le despojaron de su ropa, le hirieron y se fueron, dejándole medio muerto. 31 Por casualidad, descendía cierto sacerdote por aquel camino; y al verle, pasó de largo. 32 De igual manera, un levita también llegó al lugar; y al ir y verle, pasó de largo. 33 Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó cerca de él; y al verle, fue movido a misericordia. 34 Acercándose a él, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino. Y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó a un mesón y cuidó de él. 35 Al día siguiente, sacó dos denarios y los dio al mesonero diciéndole: "Cuídamelo, y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva." 36 ¿Cuál de estos tres te parece haber sido el prójimo de aquel que cayó en manos de ladrones?
37 El dijo:
-El que hizo misericordia con él.
Entonces Jesús le dijo:
-Vé y haz tú lo mismo.
Jesús en casa de Marta y María

38 Prosiguiendo ellos su camino, él entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies del Señor y escuchaba su palabra. 40 Pero Marta estaba preocupada con muchos quehaceres, y acercándose dijo:
-Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Pero respondiendo el Señor le dijo:
-Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. 42 Pero una sola cosa es necesaria. Pues María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

Sobre la oración: el Padre Nuestro

11 Aconteció que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
-Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
2 El les dijo:
-Cuando oréis, decid:
"Padre [nuestro
que estás en los cielos]:
Santificado sea tu nombre;
venga tu reino;
[sea hecha tu voluntad,
como en el cielo,
así también en la tierra.]
3 el pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy;
4 y perdónanos nuestros pecados
porque también nosotros perdonamos
a todos los que nos deben.
Y no nos metas en tentación,
[mas líbranos del mal.]"
5 Les dijo también:
-Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo y va a él a la medianoche y le dice: "Amigo, préstame tres panes, 6 porque ha llegado a mí un amigo de viaje, y no tengo nada que poner delante de él." 7 ¿Le responderá aquél desde adentro: "No me molestes; ya está cerrada la puerta, y mis niños están conmigo en la cama; no puedo levantarme para dártelos"? 8 Os digo que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, ciertamente por la insistencia de aquél se levantará y le dará todo lo que necesite.
9 »Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrirá.
11 »¿Qué padre de entre vosotros, si su hijo le pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? 12 O si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? 13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenos regalos a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que le pidan?
Por quién Jesús echa fuera demonios

14 Jesús estaba echando fuera un demonio que era mudo. Y aconteció que, cuando salió el demonio, el mudo habló. Las muchedumbres se asombraron, 15 pero algunos de ellos dijeron:
-Por Beelzebul, el príncipe de los demonios, echa fuera a los demonios.
16 Otros, para probarle, pedían de él una señal del cielo. 17 Pero como conocía los razonamientos de ellos, les dijo:
-Todo reino dividido contra sí mismo está arruinado, y cae casa sobre casa. 18 Y si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá en pie su reino? Pues decís que por Beelzebul yo echo fuera los demonios. 19 Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebul, ¿por quién los echan fuera vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. 20 Pero si por el dedo de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. 21 Cuando el hombre fuerte y armado guarda su propia casa, sus posesiones están en paz. 22 Pero si viene uno más fuerte que él y le vence, le toma todas sus armas en que confiaba y reparte sus despojos. 23 El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama.
El espíritu inmundo que regresa

24 »Cuando el espíritu inmundo ha salido de un hombre, anda por lugares secos buscando reposo, y al no hallarlo, dice: "Volveré a mi casa de donde salí." 25 Y cuando regresa, la halla barrida y adornada. 26 Entonces va y trae otros siete espíritus peores que él. Y después de entrar, habitan allí; y el estado final de aquel hombre llega a ser peor que el primero.
La verdadera bienaventuranza

27 Mientras él decía estas cosas, aconteció que una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo:
-¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que mamaste!
28 Y él dijo:
-Más bien, bienaventurados son los que oyen la palabra de Dios y la guardan.
Jesús se niega a hacer señales

29 Y apiñándose las multitudes, él comenzó a decir: "Esta generación es una generación malvada. Pide señal, y no le será dada ninguna señal, sino la señal de Jonás. 30 Porque como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, así también lo será el Hijo del Hombre para esta generación. 31 La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón. ¡Y he aquí uno mayor que Salomón está en este lugar! 32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron ante la predicación de Jonás. ¡Y he aquí uno mayor que Jonás está en este lugar!
El ojo: lámpara del cuerpo

33 "Al encender una lámpara nadie la pone en oculto, ni debajo de un cajón, sino sobre un candelero para que todos los que entren vean la luz. 34 La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está lleno de luz. Pero cuando es malo, también tu cuerpo está en tinieblas. 35 Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas. 36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz y no tiene ninguna parte oscura, estará todo lleno de luz como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor."
Jesús denuncia a escribas y fariseos

37 Cuando Jesús acabó de hablar, un fariseo le rogó que comiese con él; y habiendo entrado Jesús en su casa, se sentó a la mesa. 38 Y el fariseo se asombró al ver que no se lavó antes de comer. 39 Entonces el Señor le dijo:
-Vosotros los fariseos limpiáis el exterior de la copa o del plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. 40 Necios, ¿el que hizo lo de fuera no hizo también lo de dentro? 41 Pero dad con misericordia de las cosas que están dentro, y he aquí, todas las cosas os serán limpias.
42 »¡Ay de vosotros, fariseos! Porque diezmáis la menta, la ruda y toda hortaliza, pero pasáis por alto el juicio y el amor de Dios. Es necesario hacer estas cosas, sin pasar por alto aquéllas.
43 »¡Ay de vosotros, fariseos! Porque amáis los primeros asientos en las sinagogas y las salutaciones en las plazas.
44 »¡Ay de vosotros! Porque sois como sepulcros ocultos, y los hombres que andan por encima no lo saben.
45 Respondió uno de los maestros de la ley y le dijo:
-Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
46 Y él le dijo:
-¡Ay de vosotros también, maestros de la ley! Porque imponéis a los hombres cargas que no pueden llevar, pero vosotros mismos no las tocáis ni aun con uno de vuestros dedos.
47 »¡Ay de vosotros! Porque edificáis los sepulcros de los profetas, pero vuestros padres los mataron. 48 Con eso, sois testigos y consentís en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, pero vosotros edificáis sus sepulcros. 49 Por esto, la sabiduría de Dios también dijo: "Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán;" 50 para que de esta generación sea demandada la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo; 51 desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, quien pereció entre el altar y el santuario. Así os digo, la sangre de ellos será demandada de esta generación.
52 »¡Ay de vosotros, maestros de la ley! Porque habéis quitado la llave del conocimiento. Vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo habéis impedido.
53 Cuando salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a presionarle mucho y a provocarle a que hablase de muchas cosas, 54 acechándole para cazar algo de su boca.

Jesús infunde valor a los suyos

12 En esto, habiéndose juntado una multitud de miles y miles, tanto que se pisoteaban unos a otros, él comenzó a decir primeramente a sus discípulos: "Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. 2 Porque no hay nada encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de ser conocido. 3 Más bien, las cosas que habéis dicho en las tinieblas serán oídas en la luz, y lo que habéis hablado al oído en las habitaciones será pregonado en las azoteas.
4 "Y os digo a vosotros mis amigos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después no tienen nada peor que hacer. 5 Pero yo os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de haber dado muerte, tiene poder de echar en el infierno. Sí, os digo: A éste temed. 6 ¿No se venden cinco pajaritos por dos cuartos? Pues ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. 7 Pero aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; más valéis vosotros que muchos pajaritos.
8 "Os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios; 9 pero el que me niegue delante de los hombres será negado delante de los ángeles de Dios. 10 A todo aquel que diga palabra en contra del Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
11 "Cuando os lleven a las sinagogas y a los magistrados y autoridades, no estéis preocupados de cómo o qué responderéis, o qué habréis de decir. 12 Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella hora lo que se debe decir."
Parábola del rico insensato

13 Le dijo uno de la multitud:
-Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
14 Y él le dijo:
-Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o repartidor sobre vosotros?
15 Y les dijo:
-Mirad, guardaos de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
16 Entonces les refirió una parábola, diciendo:
-Las tierras de un hombre rico habían producido mucho. 17 Y él razonaba dentro de sí, diciendo: "¿Qué haré? Porque ya no tengo dónde juntar mis productos." 18 Entonces dijo: "¡Esto haré! Derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes. Allí juntaré todo mi grano y mis bienes, 19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, alégrate." 20 Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto, ¿para quién será?" 21 Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios.
Dios cuida de los suyos

22 Dijo a sus discípulos:
-Por tanto, os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. 23 La vida es más que el alimento, y el cuerpo es más que el vestido. 24 Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan, ni tienen almacenes ni graneros; y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! 25 ¿Quién de vosotros podrá, con afanarse, añadir un codo a su estatura? 26 Pues si no podéis lo que es menos, ¿por qué estáis afanosos de lo demás? 27 Considerad los lirios, cómo crecen. No trabajan, ni hilan; y os digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos. 28 Si Dios viste así la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada en el horno, ¡cuánto más hará por vosotros, hombres de poca fe!
29 »Vosotros, pues, no busquéis qué habéis de comer o qué habéis de beber, ni estéis ansiosos. 30 Porque todas estas cosas busca la gente del mundo; pero vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas. 31 Más bien, buscad su reino, y estas cosas os serán añadidas. 32 No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
33 »Vended vuestros bienes y dad ofrendas de misericordia. Haceos bolsas que no se envejecen, un tesoro inagotable en los cielos, donde no se acerca el ladrón, ni la polilla destruye. 34 Porque donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.
Llamado a la vigilancia

35 »Estén ceñidos vuestros lomos y encendidas vuestras lámparas. 36 Y sed vosotros semejantes a los siervos que esperan a su señor cuando ha de volver de las bodas, para que le abran al instante en que llegue y llame. 37 Bienaventurados aquellos siervos a quienes el señor les encuentre velando cuando llegue. De cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa, y viniendo les servirá. 38 Aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los halla así, ¡bienaventurados aquellos siervos!
39 »Sabed que si el dueño de casa hubiera sabido a qué hora habría de venir el ladrón, no habría permitido que forzara la entrada a su casa. 40 Vosotros también estad preparados, porque a la hora que no penséis, vendrá el Hijo del Hombre.
Parábola de los mayordomos

41 Entonces Pedro le dijo:
-Señor, ¿dices esta parábola para nosotros, o también para todos?
42 Y dijo el Señor:
-¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente, a quien el señor pondrá sobre los de su casa para que les dé sus raciones a su debido tiempo? 43 Bienaventurado será aquel siervo a quien, cuando su señor venga, le encuentre haciéndolo así. 44 En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. 45 Pero si aquel siervo dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir" y comienza a golpear a los siervos y a las siervas, y a comer y a beber y a embriagarse, 46 vendrá el señor de aquel siervo en el día que no espera y a la hora que no sabe, y le castigará duramente y pondrá su parte con los incrédulos. 47 Porque aquel siervo que entendió la voluntad de su señor y no se preparó ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. 48 Pero el que no entendió, aunque hizo cosas dignas de azotes, recibirá pocos azotes. Porque de todo aquel a quien le ha sido dado mucho, mucho se demandará de él; y de aquel a quien confiaron mucho, se le pedirá más.
Jesús, motivo de división

49 »He venido a echar fuego en la tierra. ¡Y cómo quisiera que ya estuviese encendido! 50 Tengo un bautismo con que ser bautizado, ¡y cómo me angustio hasta que se cumpla! 51 ¿Pensáis que he venido a dar paz en la tierra? ¡Os digo que no, sino a causar división! 52 Porque de aquí en adelante cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres. 53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
Las señales de los tiempos

54 Decía también a las multitudes:
-Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: "Va a llover." Y así sucede. 55 Cuando sopla el viento del sur, decís: "Hará calor." Y lo hace. 56 ¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no sabéis interpretar este tiempo?
57 »¿Por qué no juzgáis vosotros mismos lo que es justo? 58 Pues cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura con diligencia arreglarte con él en el camino, no sea que te arrastre al juez y el juez te entregue al policía, y el policía te meta en la cárcel. 59 Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última blanca.

Llamado al arrepentimiento

13 En aquella misma ocasión, algunos estaban allí contándole de ciertos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios. 2 Respondiendo Jesús les dijo: "¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron estas cosas, habrán sido más pecadores que todos los galileos? 3 Os digo que no; más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. 4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que ellos habrán sido más culpables que todos los hombres que viven en Jerusalén? 5 Os digo que no; más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis de la misma manera."
Parábola de la higuera estéril

6 Entonces dijo esta parábola: "Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló. 7 Entonces dijo al viñador: ’He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?’ 8 Entonces él le respondió diciendo: ’Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. 9 Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás.’ "
Jesús sana a una mujer encorvada

10 Jesús enseñaba en una de las sinagogas en el sábado. 11 Y he aquí una mujer que tenía espíritu de enfermedad desde hacía dieciocho años; andaba encorvada y de ninguna manera se podía enderezar. 12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo:
-Mujer, quedas libre de tu enfermedad.
13 Puso las manos sobre ella, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios. 14 Y respondiendo el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en sábado, decía a la gente:
-Seis días hay en la semana en los cuales se debe trabajar. Venid, pues, en estos días y sed sanados, y no en el día de sábado.
15 Entonces el Señor le respondió diciendo:
-¡Hipócrita! ¿No desata cada uno de vosotros en sábado su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? 16 Y a ésta, siendo hija de Abraham, a quien Satanás ha tenido atada por dieciocho años, ¿no debía ser librada de esta atadura en el día de sábado?
17 Cuando él decía estas cosas, todos sus adversarios se avergonzaban. Y todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas que él hacia.
Parábola del grano de mostaza

18 Por lo tanto, él decía:
-¿A qué es semejante el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? 19 Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció y se convirtió en un árbol, y las aves del cielo hicieron nidos en sus ramas.
Parábola de la levadura

20 Otra vez dijo:
-¿A qué compararé el reino de Dios? 21 Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado.
La puerta estrecha de la salvación

22 Jesús pasaba por las ciudades y aldeas, enseñando y caminando hacia Jerusalén. 23 Entonces alguien le dijo:
-Señor, ¿son pocos los que se salvan?
Y él les dijo:
24 -Esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. 25 Después que el dueño de casa se levante y cierre la puerta, vosotros, afuera, comenzaréis a llamar a la puerta diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Pero respondiendo él os dirá: "No os conozco de dónde sois." 26 Entonces comenzaréis a decir: "Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste." 27 Pero os hablará diciendo: "No os conozco de dónde sois. ¡Apartaos de mí todos los que hacéis iniquidad!" 28 Allí habrá llanto y crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y a vosotros echados fuera. 29 Vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur; y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. 30 He aquí, hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.
Lamento de Jesús sobre Jerusalén

31 En la misma hora llegaron ciertos fariseos y le dijeron:
-Sal y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
32 El les dijo:
-Id y decid a ese zorro: "He aquí echo fuera demonios y realizo sanidades hoy y mañana, y al tercer día termino." 33 Sin embargo, es necesario que yo siga mi camino hoy, mañana y pasado mañana; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
34 »¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, así como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste! 35 He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Os digo que no me veréis más, hasta que venga el día cuando digáis: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!"

Jesús sana a un hidrópico

14 Aconteció un sábado, cuando él entró en casa de uno de los principales de los fariseos para comer pan, que ellos le observaban cuidadosamente. 2 Y he aquí un hombre hidrópico estaba delante de él. 3 Entonces respondiendo Jesús, habló a los maestros de la ley y a los fariseos, diciendo:
-¿Es lícito sanar en sábado, o no?
4 Pero ellos callaron. Entonces él le tomó, le sanó y le despidió. 5 Y dijo a ellos:
-¿Cuál de vosotros, si su hijo o su buey cae en un pozo, no lo sacará de inmediato en el día de sábado?
6 Y no le podían responder a estas cosas.
Lecciones acerca de la humildad

7 Observando a los invitados, cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió una parábola diciéndoles:
8 -Cuando seas invitado por alguien a una fiesta de bodas, no te sientes en el primer lugar; no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, 9 y que viniendo el que os invitó a ti y al otro, te diga: "Da lugar a éste", y luego comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. 10 Más bien, cuando seas invitado, vé y siéntate en el último lugar; para que cuando venga el que te invitó, diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. 11 Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
12 Dijo también al que le había invitado:
-Cuando hagas comida o cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te vuelvan a invitar a ti, y te sea hecha compensación. 13 Pero cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos. 14 Y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden retribuir, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.
Parábola del gran banquete

15 Al oír esto, uno de los que estaban sentados juntos a la mesa le dijo:
-¡Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios!
16 Pero él le dijo:
-Un hombre hizo un gran banquete e invitó a muchos. 17 A la hora del banquete envió a su siervo para decir a los invitados: "Venid, porque ya está preparado." 18 Pero todos a una comenzaron a disculparse. El primero dijo: "He comprado un campo y necesito salir para verlo; te ruego que me disculpes." 19 El otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego que me disculpes." 20 El otro dijo: "Acabo de casarme y por tanto no puedo ir." 21 Cuando volvió el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces se enojó el dueño de casa y dijo a su siervo: "Vé pronto a las plazas y a las calles de la ciudad y trae acá a los pobres, a los mancos, a los ciegos y a los cojos." 22 Luego dijo el siervo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y aún queda lugar." 23 El señor dijo al siervo: "Vé por los caminos y por los callejones, y exígeles a que entren para que mi casa se llene. 24 Pues os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron invitados gustará de mi banquete."
Condiciones del discipulado

25 Grandes multitudes iban con él, y él se volvió y les dijo: 26 "Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 Y cualquiera que no toma su propia cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. 28 Porque ¿cuál de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? 29 No sea que después de haber puesto los cimientos y al no poderla terminar, todos los que la vean comiencen a burlarse de él, 30 diciendo: ’Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.’ 31 ¿O qué rey, que sale a hacer guerra contra otro rey, no se sienta primero y consulta si puede salir con diez mil al encuentro del que viene con veinte mil? 32 De otra manera, cuando el otro rey está todavía lejos, le envía una embajada y pide condiciones de paz. 33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo.
34 "Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué será sazonada? 35 No es buena ni para la tierra ni para abono; por eso la arrojan fuera. Quien tiene oídos para oír, oiga."

Parábola de la oveja perdida

15 Se acercaban a él todos los publicanos y pecadores para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
-Este recibe a los pecadores y come con ellos.
3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
4 -¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas, y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se ha perdido, hasta hallarla? 5 Y al hallarla, la pone sobre sus hombros gozoso, 6 y cuando llega a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: "Gozaos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido." 7 Os digo que del mismo modo habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
Parábola de la moneda perdida

8 »¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende una lámpara, barre la casa y busca con empeño hasta hallarla? 9 Cuando la halla, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: "Gozaos conmigo, porque he hallado la dracma que estaba perdida." 10 Os digo que del mismo modo hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Parábola del hijo perdido

11 Dijo además:
-Un hombre tenía dos hijos. 12 El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde." Y él les repartió los bienes. 13 No muchos días después, habiendo juntado todo, el hijo menor se fue a una región lejana, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14 »Cuando lo hubo malgastado todo, vino una gran hambre en aquella región, y él comenzó a pasar necesidad. 15 Entonces fue y se allegó a uno de los ciudadanos de aquella región, el cual le envió a su campo para apacentar los cerdos. 16 Y él deseaba saciarse con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba. 17 Entonces volviendo en sí, dijo: "¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: ’Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.’ "
20 »Se levantó y fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre le vio y tuvo compasión. Corrió y se echó sobre su cuello, y le besó. 21 El hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo." 22 Pero su padre dijo a sus siervos: "Sacad de inmediato el mejor vestido y vestidle, y poned un anillo en su mano y calzado en sus pies. 23 Traed el ternero engordado y matadlo. Comamos y regocijémonos, 24 porque este mi hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron a regocijarse.
25 »Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino, se acercó a la casa y oyó la música y las danzas. 26 Después de llamar a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Este le dijo: "Tu hermano ha venido, y tu padre ha mandado matar el ternero engordado, por haberle recibido sano y salvo." 28 Entonces él se enojó y no quería entrar.
»Salió, pues, su padre y le rogaba que entrase. 29 Pero respondiendo él dijo a su padre: "He aquí, tantos años te sirvo, y jamás he desobedecido tu mandamiento; y nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino éste tu hijo que ha consumido tus bienes con prostitutas, has matado para él el ternero engordado." 31 Entonces su padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 32 Pero era necesario alegrarnos y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado."

Parábola del mayordomo injusto

16 Dijo también a sus discípulos: "Había cierto hombre rico, el cual tenía un mayordomo; y éste fue acusado delante de él como derrochador de sus bienes. 2 Su señor le llamó y le dijo: ’¿Qué es esto que oigo de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás ser mayordomo.’ 3 Entonces el mayordomo se dijo a sí mismo: ’¿Qué haré? Porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. 4 ¡Ya sé lo que haré para que cuando sea destituido de la mayordomía, me reciban en sus casas!’
5 "Entonces llamó a cada uno de los deudores de su señor, y dijo al primero: ’¿Cuánto debes a mi señor?’ 6 El dijo: ’Cien barriles de aceite.’ Y le dijo: ’Toma tu recibo, siéntate y de inmediato escribe: cincuenta.’ 7 Después dijo a otro: ’Y tú, ¿cuánto debes?’ Y él le dijo: ’Cien medidas de trigo.’ El le dijo: ’Toma tu recibo y escribe: ochenta.’
8 "Y el señor elogió al mayordomo injusto porque actuó sagazmente, pues los hijos de este mundo son en su generación más sagaces que los hijos de luz.
9 "Y yo os digo: Con las riquezas injustas ganaos amigos para que cuando éstas lleguen a faltar, ellos os reciban en las moradas eternas.
10 "El que es fiel en lo muy poco también es fiel en lo mucho, y el que en lo muy poco es injusto también es injusto en lo mucho. 11 Así que, si con las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? 12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? 13 Ningún siervo puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas."
14 Los fariseos, que eran avaros, oían todas estas cosas y se burlaban de él. 15 Y él les dijo: "Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres. Pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que entre los hombres es sublime, delante de Dios es abominación.
La ley y el reino de Dios

16 "La Ley y los Profetas fueron hasta Juan. A partir de entonces son anunciadas las buenas nuevas del reino de Dios, y todos se esfuerzan por entrar en él. 17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se caiga una tilde de la ley.
Acerca del divorcio

18 "Cualquiera que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio. Y el que se casa con la divorciada por su marido comete adulterio.
El rico y Lázaro

19 "Cierto hombre era rico, se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 20 Y cierto pobre, llamado Lázaro, estaba echado a su puerta, lleno de llagas, 21 y deseaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico. Aun los perros venían y le lamían las llagas.
22 "Aconteció que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico, y fue sepultado. 23 Y en el Hades, estando en tormentos, alzó sus ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24 Entonces él, dando voces, dijo: ’Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.’
25 "Y Abraham dijo: ’Hijo, acuérdate que durante tu vida recibiste tus bienes; y de igual manera Lázaro, males. Pero ahora él es consolado aquí, y tú eres atormentado. 26 Además de todo esto, un gran abismo existe entre nosotros y vosotros, para que los que quieran pasar de aquí a vosotros no puedan, ni de allá puedan cruzar para acá.’
27 "Y él dijo: ’Entonces te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre 28 (pues tengo cinco hermanos), de manera que les advierta a ellos, para que no vengan también a este lugar de tormento.’ 29 Pero Abraham dijo: ’Tienen a Moisés y a los Profetas. Que les escuchen a ellos.’ 30 Entonces él dijo: ’No, padre Abraham. Más bien, si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.’ 31 Pero Abraham le dijo: ’Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos.’ "

Acerca de las ofensas y del perdón

17 Dijo a sus discípulos:
-Es imposible que no vengan tropiezos; pero, ¡ay de aquel que los ocasione! 2 Mejor le fuera que se le atase una piedra de molino al cuello y que fuese lanzado al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.
3 »Mirad por vosotros mismos: Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. 4 Si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", perdónale.
El poder de la fe

5 Los apóstoles dijeron al Señor:
-Auméntanos la fe.
6 Entonces el Señor dijo:
-Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: "¡Desarráigate y plántate en el mar!" Y el árbol os obedecería.
El deber del siervo

7 »¿Y quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta, al volver éste del campo, le dirá: "Pasa, siéntate a la mesa"? 8 Más bien, le dirá: "Prepara para que yo cene. Cíñete y sírveme hasta que yo haya comido y bebido. Después de eso, come y bebe tú." 9 ¿Da gracias al siervo porque hizo lo que le había sido mandado? 10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: "Siervos inútiles somos; porque sólo hicimos lo que debíamos hacer."
Jesús sana a diez leprosos

11 Aconteció que yendo a Jerusalén, pasaba por Samaria y Galilea. 12 Cuando entró en una aldea, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos 13 y alzaron la voz diciendo:
-¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
14 Cuando él los vio, les dijo:
-Id, mostraos a los sacerdotes.
Aconteció que mientras iban, fueron limpiados. 15 Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, volvió glorificando a Dios en alta voz. 16 Y se postró sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias. Y éste era samaritano. 17 Y respondiendo Jesús dijo:
-¿No eran diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? 18 ¿No hubo quién volviese y diese gloria a Dios, sino este extranjero? 19 -Y le dijo-: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
El reino de Dios es actual

20 Y cuando los fariseos le preguntaron acerca de cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió diciendo:
-El reino de Dios no vendrá con advertencia. 21 No dirán: "¡Mirad, aquí está!" o "¡Allí está!" Porque el reino de Dios está en medio de vosotros.
La manifestación del Hijo del Hombre

22 Dijo a sus discípulos:
-Vendrá el tiempo cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo veréis. 23 Os dirán: "¡Mirad, aquí está!" o "¡Mirad, allí está!" Pero no vayáis ni les sigáis. 24 Porque como el relámpago que resplandece ilumina el cielo de un extremo al otro, así también será el Hijo del Hombre en su día. 25 Pero primero es necesario que él padezca mucho y sea rechazado por esta generación.
26 »Como pasó en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre: 27 Ellos comían y bebían; se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.
28 »Asimismo, también será como pasó en los días de Lot: Comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y edificaban; 29 pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. 30 Así será en el día en que se manifieste el Hijo del Hombre.
31 »En aquel día, el que esté en la azotea y sus cosas estén en la casa, no descienda para tomarlas. Asimismo, el que esté en el campo, no vuelva atrás. 32 Acordaos de la mujer de Lot. 33 Cualquiera que procure salvar su vida, la perderá; y cualquiera que la pierda, la conservará. 34 Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. 35 ,36 Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada.
37 Respondiendo le preguntaron:
-¿Dónde, Señor?
Y él dijo:
-Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.

Parábola del juez y la viuda

18 Les refirió también una parábola acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar. 2 Les dijo: "En cierta ciudad había un juez que ni temía a Dios ni respetaba al hombre. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo: ’Hazme justicia contra mi adversario.’ 4 El no quiso por algún tiempo, pero después se dijo a sí mismo: ’Aunque ni temo a Dios ni respeto al hombre, 5 le haré justicia a esta viuda, porque no me deja de molestar; para que no venga continuamente a cansarme.’ "
6 Entonces dijo el Señor: "Oíd lo que dice el juez injusto. 7 ¿Y Dios no hará justicia a sus escogidos que claman a él de día y de noche? ¿Les hará esperar? 8 Os digo que los defenderá pronto. Sin embargo, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?"
Parábola del fariseo y el publicano

9 Dijo también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como que eran justos y menospreciaban a los demás: 10 "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; y el otro, publicano. 11 El fariseo, de pie, oraba consigo mismo de esta manera: ’Dios, te doy gracias que no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. 12 Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo.’ 13 Pero el publicano, de pie a cierta distancia, no quería ni alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ’Dios, sé propicio a mí, que soy pecador.’ 14 Os digo que éste descendió a casa justificado en lugar del primero. Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."
Jesús bendice a los niños

15 También le presentaban los niños pequeños para que los tocase. Y los discípulos, al ver esto, les reprendían. 16 Pero Jesús los llamó diciendo: "Dejad a los niños venir a mí y no les impidáis, porque de los tales es el reino de Dios. 17 De cierto os digo que cualquiera que no reciba el reino de Dios como un niño, jamás entrará en él."
Jesús y el joven rico

18 Le preguntó cierto hombre principal, diciendo:
-Maestro bueno, ¿qué haré para obtener la vida eterna?
19 Y Jesús le dijo:
-¿Por qué me llamas "bueno"? Ninguno es bueno, sino sólo uno, Dios. 20 Tú conoces los mandamientos: No cometas adulterio, no cometas homicidio, no robes, no digas falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.
21 Entonces él dijo:
-Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
22 Jesús, al oírlo, le dijo:
-Aún te falta una cosa: Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23 Entonces él, al oír estas cosas, se entristeció mucho, porque era muy rico.
El peligro de las riquezas

24 Jesús, al ver que se había entristecido mucho, dijo:
-¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
26 Los que oyeron esto dijeron:
-¿Y quién podrá ser salvo?
27 El les dijo:
-Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.
28 Entonces Pedro dijo:
-He aquí, nosotros hemos dejado lo nuestro y te hemos seguido.
29 Y él les dijo:
-De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por causa del reino de Dios, 30 que no haya de recibir muchísimo más en este tiempo, y en la edad venidera, la vida eterna.
Jesús anuncia su muerte y victoria

31 Jesús, tomando a los doce, les dijo:
-He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas que fueron escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. 32 Porque será entregado a los gentiles, y será escarnecido, injuriado y escupido. 33 Después que le hayan azotado, le matarán; pero al tercer día resucitará.
34 Sin embargo, ellos no entendían nada de esto. Esta palabra les estaba encubierta, y no entendían lo que se les decía.
Jesús sana a un ciego en Jericó

35 Aconteció, al acercarse Jesús a Jericó, que un ciego estaba sentado junto al camino, mendigando. 36 Este, como oyó pasar a la multitud, preguntó qué era aquello. 37 Y le dijeron que pasaba Jesús de Nazaret. 38 Entonces él gritó diciendo:
-¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
39 Los que iban delante le reprendían para que se callase, pero él clamaba con mayor insistencia:
-¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
40 Entonces Jesús se detuvo, mandó que se lo trajesen; y cuando llegó, le preguntó 41 diciendo:
-¿Qué quieres que te haga?
Y él dijo:
-Señor, que yo recobre la vista.
42 Jesús le dijo:
-Recobra la vista; tu fe te ha salvado.
43 Inmediatamente recobró la vista y le seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo al ver esto dio alabanza a Dios.

Jesús y Zaqueo

19 Habiendo entrado Jesús en Jericó, pasaba por la ciudad. 2 Y he aquí, un hombre llamado Zaqueo, que era un principal de los publicanos y era rico, 3 procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura. 4 Entonces corrió delante y subió a un árbol sicómoro para verle, pues había de pasar por allí. 5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, alzando la vista le vio y le dijo:
-Zaqueo, date prisa, desciende; porque hoy es necesario que me quede en tu casa.
6 Entonces él descendió aprisa y le recibió gozoso. 7 Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a alojarse en la casa de un hombre pecador. 8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor:
-He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
9 Jesús le dijo:
-Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham. 10 Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Parábola de las diez minas

11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén y porque ellos pensaban que inmediatamente habría de ser manifestado el reino de Dios. 12 Dijo, pues: "Cierto hombre de noble estirpe partió a un país lejano para recibir un reino y volver. 13 Entonces llamó a diez siervos suyos y les dio diez minas, diciéndoles: ’Negociad hasta que yo venga.’
14 "Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: ’No queremos que éste reine sobre nosotros.’
15 "Aconteció que cuando él volvió después de haber tomado el reino, mandó llamar ante sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que habían negociado. 16 Vino el primero y dijo: ’Señor, tu mina ha producido diez minas.’ 17 Y él le dijo: ’Muy bien, buen siervo; puesto que en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.’ 18 Vino el segundo y dijo: ’Señor, tu mina ha hecho cinco minas.’ 19 También a éste le dijo: ’Tú también estarás sobre cinco ciudades.’ 20 Y vino otro y dijo: ’Señor, he aquí tu mina, la cual he guardado en un pañuelo. 21 Porque tuve miedo de ti, que eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste y cosechas lo que no sembraste.’ 22 Entonces él le dijo: ’¡Mal siervo, por tu boca te juzgo! Sabías que yo soy hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré. 23 ¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al venir yo lo cobrara junto con los intereses?’ 24 Y dijo a los que estaban presentes: ’Quitadle la mina y dadla al que tiene diez minas.’ 25 Ellos le dijeron: ’Señor, él ya tiene diez minas.’ 26 El respondió: ’Pues yo os digo que a todo el que tiene, le será dado; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 27 Pero, en cuanto a aquellos enemigos míos que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.’ "
La entrada triunfal en Jerusalén

28 Después de decir esto, iba delante subiendo a Jerusalén. 29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, 30 diciendo:
-Id a la aldea de enfrente, y cuando entréis en ella, hallaréis atado un borriquillo, en el cual ningún hombre ha montado jamás. Desatadlo y traedlo. 31 Si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", le responderéis así: "Porque el Señor lo necesita."
32 Los que habían sido enviados fueron y hallaron como había dicho. 33 Cuando desataban el borriquillo, sus dueños les dijeron:
-¿Por qué desatáis el borriquillo?
34 Y ellos dijeron:
-Porque el Señor lo necesita.
35 Trajeron el borriquillo a Jesús, y echando sobre él sus mantos, hicieron que Jesús montara encima. 36 Y mientras él avanzaba, tendían sus mantos por el camino.
37 Cuando ya llegaba él cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto. 38 Ellos decían:
-¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas!
39 Entonces, algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron:
-Maestro, reprende a tus discípulos.
40 El respondió diciéndoles:
-Os digo que si éstos callan, las piedras gritarán.
41 Cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró por ella 42 diciendo:
-¡Oh, si conocieses tú también, por lo menos en éste tu día, lo que conduce a tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos. 43 Porque vendrán sobre ti días en que tus enemigos te rodearán con baluarte y te pondrán sitio, y por todos lados te apretarán. 44 Te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti. No dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Jesús purifica el templo

45 Cuando entró en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, 46 diciéndoles:
-Escrito está: ¡Mi casa es casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones!
47 Enseñaba cada día en el templo, pero los principales sacerdotes y los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle. 48 Pero no hallaban manera de hacerle algo, porque el pueblo le escuchaba con mucha atención.

La autoridad de Jesús

20 Aconteció un día que estando Jesús enseñando al pueblo en el templo y anunciando el evangelio, se le acercaron los principales sacerdotes y los escribas con los ancianos, 2 y le hablaron diciendo:
-Dinos, ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién es el que te dio esta autoridad?
3 Entonces respondió y les dijo:
-Yo os haré también una pregunta. Respondedme: 4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?
5 Ellos razonaban entre sí diciendo:
-Si decimos "del cielo", dirá: "¿Por qué, pues, no le creísteis?" 6 Y si decimos "de los hombres", todo el pueblo nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era profeta.
7 Respondieron, pues, que no sabían de dónde era. 8 Entonces Jesús les dijo:
-Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.
Parábola de los labradores malvados

9 Entonces comenzó a decir al pueblo esta parábola:
-Cierto hombre plantó una viña, la arrendó a unos labradores y se fue lejos por mucho tiempo. 10 A su debido tiempo envió un siervo a los labradores para que le diesen del fruto de la viña. Pero los labradores le golpearon y le enviaron con las manos vacías. 11 Y volvió a enviar otro siervo, pero también a éste, golpeándole y afrentándole, le enviaron con las manos vacías. 12 Volvió a enviar un tercer siervo, pero también a éste echaron, herido.
13 »Entonces el señor de la viña dijo: "¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás a éste le tendrán respeto." 14 Pero los labradores, al verle, razonaron entre sí diciendo: "Este es el heredero. Matémosle, para que la heredad sea nuestra." 15 Y echándole fuera de la viña, le mataron.
»¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? 16 Vendrá y destruirá a estos labradores y dará su viña a otros.
Cuando ellos lo oyeron, dijeron:
-¡Nunca suceda tal cosa!
17 Pero él, mirándolos, les dijo:
-¿Qué, pues, es esto que está escrito:
La piedra que desecharon
los edificadores,
ésta fue hecha
cabeza del ángulo?
18 Cualquiera que caiga sobre aquella piedra será quebrantado, y desmenuzará a cualquiera sobre quien ella caiga.
19 En aquella hora los principales sacerdotes y los escribas procuraban echarle mano, porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.
Pregunta sobre el tributo al César

20 Entonces acechándole, enviaron espías que simulasen ser justos, a fin de sorprenderle en sus palabras, y así entregarle al poder y autoridad del procurador. 21 Estos le preguntaron diciendo:
-Maestro, sabemos que dices y enseñas bien, y que no haces distinción entre personas, sino que enseñas el camino de Dios con verdad. 22 ¿Nos es lícito dar tributo al César, o no?
23 Pero él, entendiendo la astucia de ellos, les dijo:
24 -Mostradme un denario. ¿De quién es la imagen y la inscripción que tiene?
Y ellos dijeron:
-Del César.
25 Entonces les dijo:
-Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
26 Y no pudieron sorprenderle en ninguna palabra delante del pueblo. Más bien callaron, maravillados de su respuesta.
Pregunta acerca de la resurrección

27 Se acercaron algunos de los saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaron 28 diciendo:
-Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muere dejando mujer, y él no deja hijos, su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermano. 29 Había, pues, siete hermanos. El primero tomó mujer, y murió sin dejar hijos. 30 También el segundo. 31 Y la tomó el tercero, y de la misma manera también todos los siete, y murieron sin tener hijos. 32 Por último, murió también la mujer. 33 En la resurrección, puesto que los siete la tuvieron por mujer, ¿de cuál de ellos será mujer?
34 Entonces respondiendo Jesús les dijo:
-Los hijos de este mundo se casan y se dan en casamiento. 35 Pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel mundo venidero y la resurrección de los muertos no se casan, ni se dan en casamiento. 36 Porque ya no pueden morir, pues son como los ángeles, y son también hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. 37 Y con respecto a que los muertos han de resucitar, también Moisés lo mostró en el relato de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. 38 Pues Dios no es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos viven.
39 Le respondieron algunos de los escribas, diciendo:
-Maestro, bien has dicho.
40 Y no se atrevieron a preguntarle más.
Jesús, hijo y Señor de David

41 El les dijo:
-¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David? 42 Porque el mismo David dice en el libro de los Salmos:
Dijo el Señor a mi Señor:
"Siéntate a mi diestra,
43 hasta que ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies."
44 Así que David le llama "Señor"; ¿cómo es, pues, su hijo?
Jesús denuncia a los escribas

45 Cuando todo el pueblo le escuchaba, dijo a sus discípulos:
46 -Guardaos de los escribas, a quienes les gusta andar con ropas largas, que aman las salutaciones en las plazas, las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 47 Estos, que devoran las casas de las viudas y como pretexto hacen largas oraciones, recibirán mayor condenación.

La ofrenda de la viuda pobre

21 Alzando la mirada, Jesús vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca del tesoro. 2 Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos blancas. 3 Entonces dijo:
-De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos. 4 Porque todos éstos de su abundancia echaron a las ofrendas; pero ésta, de su pobreza, echó todo el sustento que tenía.
La inminente destrucción del templo

5 Hablando algunos acerca del templo decían que estaba adornado con hermosas piedras y con ofrendas votivas, él dijo:
6 -En cuanto a estas cosas que veis, vendrán días cuando no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
Señales que anticipan el fin

7 Entonces le preguntaron diciendo:
-Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Qué señal habrá cuando estas cosas estén por suceder?
8 Entonces él dijo:
-Mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: "Yo soy", y "El tiempo está cerca." No vayáis en pos de ellos. 9 Y cuando oigáis de guerras y de revoluciones, no os atemoricéis. Porque es necesario que estas cosas acontezcan primero, pero el fin no será de inmediato. 10 -Entonces dijo-: Se levantará nación contra nación y reino contra reino. 11 Habrá grandes terremotos, hambres y pestilencias en varios lugares. Habrá terror y grandes señales del cielo. 12 Pero antes de estas cosas os echarán mano y os perseguirán. Os entregarán a las sinagogas y os meterán en las cárceles, y seréis llevados delante de los reyes y gobernantes por causa de mi nombre. 13 Esto os servirá para dar testimonio. 14 Decidid, pues, en vuestros corazones no pensar de antemano cómo habéis de responder. 15 Porque yo os daré boca y sabiduría, a la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se os opongan. 16 Y seréis entregados aun por vuestros padres, hermanos, parientes y amigos; y harán morir a algunos de vosotros. 17 Seréis aborrecidos por todos a causa de mi nombre, 18 pero ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá. 19 Por vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas.
La destrucción de Jerusalén

20 »Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed entonces que ha llegado su destrucción. 21 Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; los que estén en medio de la ciudad, salgan; y los que estén en los campos, no entren en ella. 22 Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
23 »¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días! Porque habrá grande calamidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo. 24 Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones. Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles.
La venida del Hijo del Hombre

25 »Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Y en la tierra habrá angustia de las naciones por la confusión ante el rugido del mar y del oleaje. 26 Los hombres se desmayarán a causa del terror y de la expectación de las cosas que sobrevendrán al mundo habitado, porque los poderes de los cielos serán sacudidos.
27 »Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube, con poder y gran gloria. 28 Cuando estas cosas comiencen a suceder, mirad y levantad vuestras cabezas; porque vuestra redención está cerca.
Parábola de la higuera

29 Y les dijo una parábola:
-Mirad la higuera y todos los árboles. 30 Cuando veis que ya brotan, vosotros entendéis que el verano ya está cerca. 31 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca. 32 De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo suceda. 33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
34 »Mirad por vosotros, que vuestros corazones no estén cargados de glotonería, de embriaguez y de las preocupaciones de esta vida, y que aquel día venga sobre vosotros de repente como una trampa; 35 porque vendrá sobre todos los que habitan sobre la superficie de toda la tierra. 36 Velad, pues, en todo tiempo, orando que tengáis fuerzas para escapar de todas estas cosas que han de suceder, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
37 Pasaba los diás enseñando en el templo, y saliendo al anochecer permanecía en el monte que se llama de los Olivos. 38 Y todo el pueblo venía a él desde temprano para oírle en el templo.

Acuerdo para matar a Jesús

22 Estaba próximo el día de la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la Pascua. 2 Los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo eliminarle, pues temían al pueblo. 3 Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, el cual era uno del número de los doce. 4 El fue y habló con los principales sacerdotes y con los magistrados acerca de cómo entregarle. 5 Estos se alegraron y acordaron darle dinero. 6 El estuvo de acuerdo y buscaba la oportunidad para entregarle sin que la gente lo advirtiera.
Preparativos para la Pascua

7 Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar la víctima pascual. 8 Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo:
-Id, preparadnos la Pascua para que comamos.
9 Ellos le preguntaron:
-¿Dónde quieres que la preparemos?
10 El les dijo:
-He aquí, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Seguidle hasta la casa a donde entre. 11 Decidle al dueño de la casa: "El Maestro te dice: ’¿Dónde está la habitación en la que he de comer la Pascua con mis discípulos?’ " 12 Y él os mostrará un gran aposento alto, ya dispuesto. Preparad allí.
13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua.
La Cena del Señor

14 Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo:
-¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua antes de padecer! 16 Porque os digo que no comeré más de ella hasta que se cumpla en el reino de Dios.
17 Luego tomó una copa, y habiendo dado gracias, dijo:
-Tomad esto y repartidlo entre vosotros, 18 porque os digo que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
19 Entonces tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio diciendo:
-Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de mí.
20 Asimismo, después de haber cenado, tomó también la copa y dijo:
-Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
Jesús anuncia la traición de Judas

21 »No obstante, he aquí la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. 22 A la verdad, el Hijo del Hombre va según lo que está determinado, pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
23 Entonces ellos comenzaron a preguntarse entre sí cuál de ellos sería el que habría de hacer esto.
Sobre la primacía y el servicio

24 Hubo entre ellos una disputa acerca de quién de ellos parecía ser el más importante. 25 Entonces él les dijo:
-Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que tienen autoridad sobre ellas son llamados bienhechores. 26 Pero entre vosotros no será así. Más bien, el que entre vosotros sea el importante, sea como el más nuevo; y el que es dirigente, como el que sirve. 27 Porque, ¿cuál es el más importante: el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
28 »Y vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. 29 Yo, pues, dispongo para vosotros un reino, como mi Padre lo dispuso para mí; 30 para que comáis y bebáis en mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Jesús predice la negación de Pedro

31 »Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. 32 Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falle. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.
33 El le dijo:
-Señor, estoy listo para ir contigo aun a la cárcel y a la muerte.
34 Pero él dijo:
-Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú hayas negado tres veces que me conoces.
La hora del conflicto espiritual

35 Y les dijo a ellos:
-Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo?
Ellos dijeron:
-Nada.
36 Entonces les dijo:
-Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela; y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su manto y compre una. 37 Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los malhechores. Porque lo que está escrito de mí tiene cumplimiento.
38 Entonces ellos dijeron:
-Señor, he aquí dos espadas.
Y él dijo:
-Basta.
Angustia de Jesús en Getsemaní

39 Después de salir, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. 40 Cuando llegó al lugar, les dijo:
-Orad que no entréis en tentación.
41 Y él se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba 42 diciendo:
-Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
[ 43 Entonces le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 44 Y angustiado, oraba con mayor intensidad, de modo que su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.]
45 Cuando se levantó de orar y volvió a sus discípulos, los halló dormidos por causa de la tristeza. 46 Y les dijo:
-¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no entréis en tentación.
Jesús es arrestado

47 Mientras él aún hablaba, he aquí vino una multitud. El que se llamaba Judas, uno de los doce, venía delante de ellos y se acercó a Jesús para besarle. 48 Entonces Jesús le dijo:
-Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
49 Al ver los que estaban con él lo que había de ocurrir, le dijeron:
-Señor, ¿heriremos a espada?
50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 51 Entonces respondiendo Jesús dijo:
-¡Basta de esto!
Y tocando su oreja, le sanó. 52 Entonces Jesús dijo a los principales sacerdotes, los magistrados del templo y los ancianos que habían venido contra él:
-¿Como a ladrón habéis salido con espadas y palos? 53 Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis la mano contra mí. Pero ésta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas.
Pedro niega a Jesús

54 Le prendieron, le llevaron y le hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos. 55 Cuando encendieron fuego en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro también se sentó entre ellos. 56 Entonces una criada, al verle sentado junto a la lumbre, le miró fijamente y dijo:
-¡Este estaba con él!
57 Pero él negó diciendo:
-Mujer, no le conozco.
58 Un poco después, al verle otro, le dijo:
-¡Tú también eres de ellos!
Y Pedro dijo:
-Hombre, no lo soy.
59 Como una hora después, otro insistía diciendo:
-Verdaderamente, también éste estaba con él, porque es galileo.
60 Y Pedro dijo:
-¡Hombre, no sé lo que dices!
Y de inmediato, estando él aún hablando, el gallo cantó. 61 Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: "Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces." 62 Y saliendo fuera, Pedro lloró amargamente.
Jesús ante el Sanedrín

63 Los hombres que tenían bajo custodia a Jesús se burlaban de él y le golpeaban. 64 Y cubriéndole le preguntaban diciendo:
-¡Profetiza! ¿Quién es el que te golpeó?
65 Y le decían otras muchas cosas, injuriándole.
66 Cuando amaneció, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le llevaron al Sanedrín de ellos. 67 Y le dijeron:
-Si tú eres el Cristo, ¡dínoslo!
Pero él les dijo:
-Si os lo dijera, no lo creeríais. 68 Además, si yo os preguntara, no me responderíais. 69 Pero de ahora en adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.
70 Le dijeron todos:
-Entonces, ¿eres tú Hijo de Dios?
Y él les dijo:
-Vosotros decís que yo soy.
71 Entonces ellos dijeron:
-¿Qué más necesidad tenemos de testimonio? Porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

Jesús ante Pilato

23 Entonces, levantándose toda la multitud de ellos, le llevaron a Pilato. 2 Y comenzaron a acusarle diciendo:
-Hemos hallado a éste que agita a nuestra nación, prohíbe dar tributo al César y dice que él es el Cristo, un rey.
3 Entonces Pilato le preguntó diciendo:
-¿Eres tú el rey de los judíos?
Respondiendo le dijo:
-Tú lo dices.
4 Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud:
-No hallo ningún delito en este hombre.
5 Pero ellos insistían diciendo:
-Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea, hasta aquí.
Jesús ante Herodes Antipas

6 Entonces Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo. 7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, quien también estaba en Jerusalén en aquellos días. 8 Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho; porque hacía mucho tiempo que deseaba verle, pues había oído muchas cosas de él y tenía esperanzas de que le vería hacer algún milagro. 9 Herodes le preguntaba con muchas palabras, pero Jesús no le respondió nada. 10 Estaban allí los principales sacerdotes y los escribas, acusándole con vehemencia. 11 Pero Herodes y su corte, después de menospreciarle y burlarse de él, le vistieron con ropa espléndida. Y volvió a enviarle a Pilato. 12 Aquel mismo día se hicieron amigos Pilato y Herodes, porque antes habían estado enemistados.
Jesús de nuevo ante Pilato

13 Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, 14 y les dijo:
-Me habéis presentado a éste como persona que desvía al pueblo. He aquí, yo le he interrogado delante de vosotros, y no he hallado ningún delito en este hombre, de todo aquello que le acusáis. 15 Tampoco Herodes, porque él nos lo remitió; y he aquí no ha hecho ninguna cosa digna de muerte. 16 Así que, le soltaré después de castigarle.
17 , 18 Pero toda la multitud dio voces a una, diciendo:
-¡Fuera con éste! ¡Suéltanos a Barrabás!
19 Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad y por un homicidio.
20 Entonces Pilato les habló otra vez, queriendo soltar a Jesús. 21 Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo:
-¡Crucifícale! ¡Crucifícale!
22 El les dijo por tercera vez:
-¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito de muerte he hallado en él. Le castigaré entonces, y le soltaré.
23 Pero ellos insistían a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y sus voces prevalecieron.
Pilato cede ante el pueblo

24 Entonces Pilato juzgó que se hiciese lo que ellos pedían. 25 Les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien ellos habían pedido, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Camino al Calvario

26 Y ellos, al llevarle, tomaron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. 27 Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, las cuales lloraban y se lamentaban por él. 28 Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:
-Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. 29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: "Bienaventuradas las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron." 30 Entonces comenzarán a decir a las montañas: "¡Caed sobre nosotros!" y a las colinas: "¡Cubridnos!" 31 Porque si con el árbol verde hacen estas cosas, ¿qué se hará con el seco?
32 Llevaban también a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados con él.
La crucifixión de Jesús

33 Cuando llegaron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores: el uno a la derecha y el otro a la izquierda. 34 Y Jesús decía:
-Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Y partiendo sus vestidos, echaron suertes.
35 El pueblo estaba de pie mirando, y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo:
-A otros salvó. Sálvese a sí mismo, si es el Cristo, el escogido de Dios.
36 También los soldados le escarnecían, acercándose, ofreciéndole vinagre 37 y diciéndole:
-Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
38 Había también sobre él un título escrito que decía: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.
Jesús y los malhechores

39 Uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba diciendo:
-¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!
40 Respondiendo el otro, le reprendió diciendo:
-¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41 Nosotros, a la verdad, padecemos con razón, porque estamos recibiendo lo que merecieron nuestros hechos; pero éste no hizo ningún mal.
42 Y le dijo:
-Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 Entonces Jesús le dijo:
-De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
La muerte de Jesús

44 Cuando era como la hora sexta, descendió oscuridad sobre la tierra hasta la hora novena. 45 El sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por en medio. 46 Entonces Jesús, gritando a gran voz, dijo:
-¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Y habiendo dicho esto, expiró.
47 Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo:
-¡Verdaderamente, este hombre era justo!
48 Y toda la multitud que estaba presente en este espectáculo, al ver lo que había acontecido, volvía golpeándose el pecho. 49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, se quedaron lejos, mirando estas cosas.
Jesús es sepultado

50 He aquí, había un hombre llamado José, el cual era miembro del concilio, y un hombre bueno y justo. 51 Este no había consentido con el consejo ni con los hechos de ellos. El era de Arimatea, ciudad de los judíos, y también esperaba el reino de Dios. 52 Este se acercó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Después de bajarle de la cruz, le envolvió en una sábana de lino y le puso en un sepulcro cavado en una peña, en el cual nadie había sido puesto todavía. 54 Era el día de la Preparación, y estaba por comenzar el sábado.
La resurrección de Jesús

55 Las mujeres que habían venido con él de Galilea, también le siguieron y vieron el sepulcro y cómo fue puesto el cuerpo. 56 Entonces regresaron y prepararon especias aromáticas y perfumes, y reposaron el sábado, conforme al mandamiento.

24 Y el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado. 2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro; 3 pero al entrar, no hallaron el cuerpo de Jesús.
4 Aconteció que estando perplejas por esto, he aquí se pusieron de pie junto a ellas dos hombres con vestiduras resplandecientes. 5 Como ellas les tuvieron temor y bajaron la cara a tierra, ellos les dijeron:
-¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí; más bien, ha resucitado. Acordaos de lo que os habló cuando estaba aún en Galilea, 7 como dijo: "Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día."
8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras, 9 y volviendo del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los once y a todos los demás.
10 Las que dijeron estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María madre de Jacobo, y las demás mujeres que estaban con ellas. 11 Pero sus palabras les parecían a ellos locura, y no las creyeron.
12 Sin embargo, Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Cuando miró adentro, vio los lienzos solos y se fue a casa, asombrado de lo que había sucedido.
Jesús en el camino a Emaús

13 He aquí, el mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14 Iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 15 Sucedió que, mientras iban conversando y discutiendo el uno con el otro, el mismo Jesús se acercó e iba con ellos. 16 Pero sus ojos estaban velados, de manera que no le reconocieron. 17 Entonces les dijo:
-¿Qué son estas cosas de que estáis conversando entre vosotros mientras camináis?
Se detuvieron con semblante triste. 18 Y respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo:
-¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes las cosas que han acontecido en estos días?
19 Entonces él dijo:
-¿Qué cosas?
Y ellos dijeron:
-De Jesús de Nazaret, que era un hombre profeta, poderoso en obras y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20 y de cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros dirigentes para ser condenado a muerte, y de cómo le crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que él era el que habría de redimir a Israel. Ahora, a todo esto se añade el hecho de que hoy es el tercer día desde que esto aconteció. 22 Además, unas mujeres de los nuestros nos han asombrado: Fueron muy temprano al sepulcro, 23 y al no hallar su cuerpo, regresaron diciendo que habían visto visión de ángeles, los cuales les dijeron que él está vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.
25 Entonces él les dijo:
-¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciese estas cosas y que entrara en su gloria?
27 Y comenzando desde Moisés y todos los Profetas, les interpretaba en todas las Escrituras lo que decían de él. 28 Así llegaron a la aldea a donde iban, y él hizo como que iba más adelante. 29 Pero ellos le insistieron diciendo:
-Quédate con nosotros, porque es tarde, y el día ya ha declinado.
Entró, pues, para quedarse con ellos. 30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo y les dio. 31 Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le reconocieron. Pero él desapareció de su vista. 32 Y se decían el uno al otro:
-¿No ardía nuestro corazón en nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos abría las Escrituras?
33 En la misma hora se levantaron y se volvieron a Jerusalén. Hallaron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, 34 quienes decían:
-¡Verdaderamente el Señor ha resucitado y ha aparecido a Simón!
35 Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo se había dado a conocer a ellos al partir el pan.
Jesús se aparece a los apóstoles

36 Mientras hablaban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo:
-Paz a vosotros.
37 Entonces ellos, aterrorizados y asombrados, pensaban que veían un espíritu. 38 Pero él les dijo:
-¿Por qué estáis turbados, y por qué suben tales pensamientos a vuestros corazones? 39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad y ved, pues un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
40 Al decir esto, les mostró las manos y los pies. 41 Y como ellos aún no lo creían por el gozo que tenían y porque estaban asombrados, les dijo:
-¿Tenéis aquí algo de comer?
42 Entonces le dieron un pedazo de pescado asado. 43 Lo tomó y comió delante de ellos. 44 Y les dijo:
-Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.
45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras, 46 y les dijo:
-Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al tercer día; 47 y que en su nombre se predicase el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. 48 Y vosotros sois testigos de estas cosas. 49 He aquí yo enviaré el cumplimiento de la promesa de mi Padre sobre vosotros. Pero quedaos vosotros en la ciudad hasta que seáis investidos del poder de lo alto.
Jesús asciende al cielo

50 Entonces él los llevó fuera hasta Betania, y alzando sus manos les bendijo. 51 Aconteció que al bendecirlos, se fue de ellos, y era llevado arriba al cielo. 52 Después de haberle adorado, ellos regresaron a Jerusalén con gran gozo; 53 y se hallaban continuamente en el templo, bendiciendo a Dios.

Reina-Valera Actualizada, 1989.